Contamana: La fusión de sangres y razas

Por: Raúl Herrera Soria

La Contamana post fundación y de las décadas iniciales de la República, es decir después de la independencia nacional, se fue estructurando y conformando por personas y personajes que fusionados en culturas, razas y costumbres dieron un nuevo rostro a esta parte de Loreto. La presencia indígena de los shipibo y conibo, la importante acción evangelizadora de los sacerdotes franciscanos, la participación de una pléyade de aventureros comerciantes y otra de los pioneros decididos a asentarse en estas tierras y hacerlas suyas, condujeron al pueblo a su construcción de cara al siglo XX.

Se calcula que fue en 1862, que un conjunto de familias llegó hasta Contamana procedente de Tarapoto valiéndose de una trocha abierta que conducía desde Santa Catalina hasta Tierra Blanca, en las cercanías de Sarayacu.

Los moradores más antiguos que dejaron testimonio de estos hechos, recuerdan a siete familias de este primer grupo de pioneros: Ignacio Flores y Rosa Pinedo, Antonio Gonzales y Cruz Pezo, Antonio Dávila y Ángela del Águila, Gabriel Flores y Fermín Gonzales, Camilo Pinedo e Ilaria Flores, Vicenta Gómez (madre de Antonio Dávila) y Benito Flores.   

Durante las dos décadas finales del siglo XIX, Contamana como otras poblaciones extendidas en la Amazonía peruana, fue el centro de las actividades extractivas caucheras y como tal comenzó a recibir personas llegadas desde distintos puntos del planeta entre los que se encontraban portugueses, austriacos, italianos, marroquíes, españoles, descendientes del pueblo judío que estaban dispersos por el mundo y otros interesados en unirse a la actividad comercial más lucrativa de esos tiempos.

Es precisamente que Contamana fue en las explotaciones caucheras, un puente del Ucayali entre Iquitos, Manu y Madre de Dios. Desde este villorrio se trasladaba  personal de trabajadores, mercaderías y el codiciado caucho natural o el “oro negro”, que era como llamaban a este producto durante el auge de su explotación. 

Sin duda que fue el portugués José Cardozo da Rosa que se había asentado en estos predios entre 1880 y 1885, quien desplegó los trazos de una urbe pequeña pero importante en la Amazonía. Eran los tiempos del fulgor de la economía sustentada por la shiringa y las gomas naturales, y entonces Cardozo da Rosa, quien poco después sería suegro del barón cauchero Carlos Fermín Fitzcarrald López, delineó las primeras calles contamaninas, sembrando jardines y árboles, haciéndole en su poca extensión una de las más bellas de la selva del Perú. 

Y sin duda, la presencia de los naturales de San Martín, el departamento vecino, fue formando grupos poblacionales en la pequeña urbe. Los sanmartinenses forjadores de los nuevos poblados de Loreto como lo hicieron en Iquitos y Pucallpa, se asentaron en las partes bajas para estableciendo grupos activos y emprendiendo los negocios, comenzaron a dar auge a la Contamana de esa era.


Post: Extraído del libro “Contamana 1900”, Raúl Herrera Soria 2017

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